ESTATUAS: Todas las estatuas de Egipto suelen tener el pie izquierdo más adelantado que el derecho. La razón es que el lado izquierdo representa el corazón y la vida.
Las estatuas de los faraones, además, solían llevar en su mano una especie de rollo. Aunque hay varias opiniones, la más aceptada es que el poner así las manos le daba mayor consistencia a esa parte de la escultura y resistiría mejor el paso del tiempo que la mano estuviera “vacía”, quebrándose más fácilmente.
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ABEJAS: Casi todos los animales eran sagrados en Egipto; entre ellos, estaban las abejas, al atribuirles un origen divino. Creían que cuando el Dios Sol lloraba, sus lágrimas se convertían en abejas cuando tocaban el suelo. Así fueron los egipcios fueron los primeros apicultores, sacando provecho a un alimento divino: la miel.
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PERFUME Y MAQUILLAJE: El maquillaje era habitual entre los egipcios al entender que les daba la protección de Ra y Horus. Lo elaboraban de minerales como la malaquita y la galena, que después molían, obteniendo el famoso “khol” que se ponían alrededor de los ojos. Pensaban que éste tenía poderes curativos. Se ha descubierto que tenían su razón pues los cosméticos a base de plomo que se usaba en todo el Valle del Nilo contribuían a evitar las infecciones oculares.
Tanto hombres como mujeres se perfumaban con mirra, canela o aceite. Las mujeres se ponían tinte rojo en las mejillas y teñían sus manos y sus uñas con henna.
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Muchos de los utensilios que usamos hoy ya los tenían los egipcios, entre ellos, el peine, el maquillaje, el desodorante, las pelucas, el cepillo de dientes y ¡la pasta dental!
MASCOTAS: La mascota más habitual en Egipto era el PERRO y no el gato, pues entendían que el gato era un animal muy especial como para ser mascota de la gente común.
Según el historiador Heródoto, si moría un gato, se depilaban las cejas; pero si el que moría era un perro, se afeitaban todo el cuerpo.
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SACERDOTES: Solo el Faraón podía ejercer de sacerdote, pues era el único -según sus creencias- que podía comunicarse con los dioses. Lógicamente, como no podía oficiar en todos los templos, dejaba que otros lo hicieran en su nombre: los sacerdotes. Por eso, en los templos solo aparecen representaciones del Faraón y nunca de los sacerdotes. Así quedaba patente que el ejercer de sacerdote era por deseo y autorización del propio Faraón.
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J.A.T.