Expresiones (II)
Dar la matraca
Esta expresión, equivalente a “dar la lata” o “dar la tabarra”, se utiliza para referirse a una persona excesivamente pesada, repetitiva, inoportuna o que insiste en un tema que resulta molesto al resto de los contertulios.
El Diccionario de la Real Academia Española define “matraquear” como “hacer ruido continuado y molesto con la matraca” .
Por ello, lo primero sería determinar qué es una matraca. Pues bien, el Diccionario de la Real Academia Española lo define así:
Matraca
Del árabe hispano matráqa, y este del árabe clásico mitraqah, que se traduce “martillo”.
1. Rueda de tablas fijas en forma de aspa, entre las que cuelgan mazos que al girar ella producen ruido grande y desapacible. Se usa en algunos conventos para convocar a maitines, y en Semana Santa en lugar de campanas.
2. Instrumento de madera compuesto de un tablero y una o más aldabas o mazos, que, al sacudirlo, produce ruido desapacible.
Hay pruebas de que este instrumento de percusión, con su sonido característico y molesto se usaron en la Antigua Roma y en China. No obstante, se cree que la matraca fue introducida en la península ibérica por los árabes durante los casi 8 siglos que ocuparon la península. Su uso terminó aplicándose al mundo religioso y se convirtió en un elemento común, especialmente arraigado en Castilla y León, para llamar a maitines (rezos) en los conventos.
Es la típica carraca, instrumento de madera formado por una rueda con dientes que, al hacerla girar sobre un eje que sirve de mango, tocan una lengüeta flexible y producen un sonido continuado, seco y ruidoso. Las hay pequeñas, para los niños, y otras de gran tamaño que se solían utilizar en iglesias o catedrales.
Hoy en día sigue siendo común verlas y escucharlas en Semana Santa para anunciar los actos religiosos de Jueves Santo y Viernes Santo e incluso del Sábado. Por conmemorarse en esos días la muerte de Cristo, no está permitido hacer repicar las campanas y, por ello, es costumbre que en las procesiones no haya orquestas ni bandas, por lo que la carraca sirve como sustituto de estas, principalmente del tambor. Expresiones
Tirar de la manta (Expresiones)
Esta expresión se define como “revelar [una persona] un asunto que se mantenía en secreto y que puede comprometer a otras personas”. Pero su origen no es tan claro como pudiera parecer pues el término “manta” no hace referencia a la tela rectangular que sirve de abrigo en la cama. Más bien, es una expresión judeo-conversa.
La historia parte del Decreto de Expulsión de los judíos de 1492, y para evitarlo éstos debían convertirse al catolicismo, por lo que muchas conversiones eran falsas. Algo curioso es que el número de conversiones fue tan grande que, en algunos lugares, surgió la costumbre de poner al primogénito el nombre Manuel y, para diferenciar a tanto “Manolo”, empezaron a usarse los dos apellidos (el paterno y el materno).
Historia de la Legislación, de los abogados Amalio Marichalar (Marqués de Montesa) y Cayetano Manrique (1868), indica que, en los siglos XVI-XVII, en algunos lugares de Navarra, se denominaba mantas a unos grandes lienzos que se colgaban en las paredes de las iglesias donde estaban inscritos los nombres y apellidos de las familias que descendían de judíos convertidos, y que habían permanecido en territorio cristiano tras la expulsión de los demás judíos. Esto resultaba en una gran vergüenza que, además, inhabilitaba para ejercer cargos públicos, etc.
Quizá, la más famosa manta es la de Tudela. Se colgó en el año 1610 en la Capilla del Cristo del Perdón y continuó allí hasta la mitad del siglo XIX, exponiendo el nombre de más de 200 “mantudos”.
En ese contexto, “tirar de la manta” significaba investigar posibles falsas conversiones. Expresiones
Prometer el oro y el moro (Expresiones)
Esta expresión se emplea cuando alguien hace una promesa exagerada o vana. El origen de esta frase irónica, se remonta al año 1420, en tiempos de Juan II de Castilla.
Cuenta la leyenda que Abdalá, el alcaide de Ronda, y su sobrino Hamet, y otros miembros de su séquito, en total 50, fueron capturados por un grupo de caballeros cristianos de Jerez.
Abdalá pagó la gran cantidad de dinero que le pedían por el rescate de los cautivos, aunque sólo él fue puesto en libertad. Este hecho llegó a oídos de Juan II, el cual ordenó que el sobrino también fuese liberado.
No obstante, los secuestradores jerezanos, incitados por la esposa de uno de ellos, se negaron, pidiendo a los árabes un plus de 100 doblas –monedas castellanas de oro– a cambio de Hamet. El rey hizo trasladar al prisionero a la corte. Es posible que, por esta historia, el pueblo andaluz creyera que lo que realmente buscaba el rey quería quedarse con el moro para luego reclamar el oro. Expresiones
J.A.T.