Los Stolpersteine, que en alemán significa “piedras de tropiezo” o “piedras que hacen tropezar”, son pequeñas placas de latón — una aleación de cobre y zinc—, del tamaño de un adoquín, que se incrustan en las aceras de las ciudades europeas, frente a los últimos domicilios conocidos de las víctimas del nazismo antes de ser deportadas, encarceladas, asesinadas y empujadas al suicidio.
Cada Stolperstein es un pequeño cubo de hormigón de 10 x 10 cm con una placa de latón en su parte superior. En ella se graba el nombre de la víctima, su fecha de nacimiento, el lugar y fecha de deportación, y su destino final, generalmente un campo de concentración o exterminio. Estas piedras se colocan frente a las últimas direcciones conocidas donde las víctimas vivieron libremente antes de ser arrestadas. La idea es que los transeúntes “tropiecen” con estos adoquines no físicamente, sino emocionalmente, deteniéndose a reflexionar sobre la vida que una vez existió en ese lugar.
Además, los Stolpersteine se convierten en un punto de encuentro entre el pasado y el presente. Al colocar las piedras en las calles donde vivieron las víctimas, se crea un vínculo tangible entre la historia y el lugar donde ocurrieron los hechos. Esto ayuda a mantener viva la memoria del Holocausto y a prevenir que se repitan atrocidades similares.
Estos memoriales fueron creados por el artista alemán Gunter Demnig en 1992. Se inspiró en la frase: “Una persona es olvidada solo cuando su nombre es olvidado”, y quiso encontrar una forma de honrar individualmente a cada una de estas víctimas. Su propósito era preservar la memoria de las víctimas del Holocausto y otros perseguidos por el régimen nazi, como judíos, gitanos, personas discapacitadas, homosexuales, opositores políticos y Testigos de Jehová.
La historia de los Stolpersteine comienza en el contexto de las conmemoraciones por los 50 años de la deportación de los romaníes durante la II Guerra Mundial. En 1993, Demnig instaló las primeras piedras de manera simbólica en las calles de Colonia, Alemania, como parte de una exposición que buscaba honrar a los romaníes deportados por los nazis. Poco después, el concepto se expandió para incluir a todas las víctimas del nazismo, dando lugar al mayor “monumento” conmemorativo descentralizado del mundo.
La primera Stolperstein oficial fue colocada en Berlín en 1996, y desde entonces, el proyecto ha crecido rápidamente. A partir de 2023, se estima que hay unas 100.000 Stolpersteine en más de 30 países europeos —más de 1.200 ciudades y pueblos—, convirtiéndolo en el memorial descentralizado más grande del mundo. Ciudades como Berlín, Viena, Ámsterdam y Praga albergan miles de estas piedras, mientras que también han sido colocadas en pueblos más pequeños, donde a veces solo una o dos familias fueron víctimas de los nazis.
Uno de los aspectos más poderosos de los Stolpersteine es que la instalación de las piedras suele ser impulsada por familiares de las víctimas, grupos locales de memoria histórica o estudiantes, lo que convierte el proceso en un acto profundamente personal y comunitario. A través de esta iniciativa, el proyecto busca devolverles la identidad a las víctimas, quienes en su mayoría fueron reducidas a meros números en los campos de concentración.
Aunque en algunos lugares ha habido resistencia a la colocación de los Stolpersteine por parte de representantes de organizaciones judías, argumentando que el hecho de que las personas caminen sobre los nombres de las víctimas es irrespetuoso. Sobre esto, Gunter Demnig responde diciendo que los nazis no se conformaron con pisotear a las víctimas: tenían un programa de exterminio sistemático. Otros piensan que estos pequeños monumentos no son suficientes para conmemorar la magnitud del Holocausto. En definitiva, algunos acusan al proyecto de banalizar el recuerdo de las víctimas, la gran mayoría de las ciudades los han acogido como un valioso recordatorio de los horrores del pasado.
Los Stolpersteine son mucho más que simples monumentos. Son un testimonio del poder del arte para transformar el dolor en esperanza, y para mantener viva la memoria de aquellos que fueron víctimas de la intolerancia y la violencia. Al caminar por las calles de una ciudad con Stolpersteine, es imposible no sentirse conmovido por las historias individuales que se esconden detrás de cada piedra.
Este proyecto ha demostrado que incluso los actos más pequeños pueden tener un gran impacto. Los Stolpersteine nos recuerdan que es nuestro deber recordar el pasado, para construir un futuro más justo y equitativo para todos.
Los Stolpersteine continúan su misión de mantener viva la memoria y promover la reflexión en las calles de Europa, recordando a los millones de personas que fueron despojadas de su humanidad y su hogar durante uno de los períodos más oscuros de la historia.
J.A.T.