París: Las Catacumbas
Las catacumbas son una serie de 300 kilómetros de galerías y túneles que abarcan unos 11.000 m2, podemos acceder a ellas desde la plaza Denfert-Rochereau bajando por 91 escalones. Recibe la visita de alrededor de 160.000 personas al año, aunque solo pueden recorrerse alrededor de 1-1,5 km.
En un principio recibían el nombre de “Las canteras de París” (Les Carrières de Paris), y eran canteras de piedra caliza que sirvieron para construir muchos de los monumentos de la ciudad, aunque fuera sin control durante mucho tiempo.
Así, en 1774, unos 300 metros de carretera de la calle Enfer (Infierno, ahora Denfert-Rochereau) cedieron, cayendo en un abismo de 30 metros. París corría el peligro de hundirse, hasta el grado que un escritor dijo que “las piedras que vemos en la superficie son las que nos faltan bajo los pies”. Por ello, hubo que reforzar el terreno construyéndose grandes arcos.
Debido al exceso de cadáveres que desbordaban los cementerios de la ciudad y a las epidemias y enfermedades que asolaban a la población (por ejemplo, la zona de Les Halles padecía enfermedades contraídas por las infecciones causadas por el manejo inadecuado de los cadáveres del Cementerio de los Santos Inocentes), por lo que, en 1786, el Teniente General de la Policía, Thiroux de Crosne, y el Inspector General de Minas, el Sr. Guillaumont, decidieron trasladar a las catacumbas los cadáveres y huesos de distintos cementerios de París. Tuvieron que transcurrir unos 15 meses para trasladar hasta aquí –siempre por la noche- cientos de millones de huesos, calculándose que aquí yacen los restos de más de 6.000.000 de personas.
En 1793, un hombre llamado Philibert Aspairt se perdió en este laberinto y buscó la salida de estas galerías, sin conseguirlo. Se encontró su esqueleto 11 años después, identificándolo por las llaves y por su ropa.
Forman parte de la historia de la ciudad y fueron objeto de curiosidad ya que, por ejemplo, en 1787, Carlos X de Francia organizó una fiesta y las visitó con las damas de la corte a la luz de las antorchas. También fueron visitadas por Francisco I de Austria (1814) o por Napoleón III con su hijo (1860). Victor Hugo las incluyó en su novela Los Miserables.
Durante la II Guerra Mundial sirvió de refugio a la Resistencia Francesa, y, más cercano en el tiempo, sirvió para realizar ritos satánicos, lo que motivó que fueran cerradas, y después prepararlas como atracción turística.
Allí se pueden contemplar imágenes escalofriantes como un pasillo de paredes formadas por huesos humanos: calaveras, fémures y tibias dispuestos en hileras o en la forma de cruces y coronas. Hay losas grabadas con versículos bíblicos y poemas que muestran reflexiones humanas sobre el sentido de la vida y la muerte.
J.A.T.