EL ARTE IKEBANA
Japón es un país sumamente entregado a diferentes artes originales, estudiadas y llevadas a cabo durante siglos. Una de esas es el arte ikebana y también se le conoce como kadō (“el camino de las flores”). Este es el arte japonés del arreglo floral, una disciplina muy estimada en el país.
La introducción del budismo de China y Corea en Japón en el siglo VI trajo también la costumbre de ofrecer flores en los altares. Ante la despreocupación de los sacerdotes al realizar dichas ofrendas, Ono-No-Imoko, un sacerdote budista, estableció ciertas pautas: las flores y ramas siempre debían dirigirse hacia arriba –nunca hacia abajo-, y hacerlo en grupos de 3 por simbolizar la relación en armonía del cielo, la tierra y el hombre. Pese a esto, no había un sistema particular para realizar este arte floral, hasta finales del siglo XV. En el libro más antiguo de ikebana “Kaoirai no Kadensho” (1499) se presentan ilustraciones sobre estos arreglos florales realizados en vasijas, con fondo de arena.
En esa época, el principal maestro de arreglos florales se llamaba Ikenobo Sengyo. Luego, en el siglo XVI, se crearon reglas precisas y complicadas para los arreglos florales. Este daría paso al estilo Rikka establecido por la escuela de Ikenobo. Como este estilo Rikka era usado para ocasiones ceremoniales, surgió un estilo menos formal y complicado llamado Nageire, preferido por la gente común. Posteriormente estableció el estilo Shoka, que fue dividido en 2: el Shofutai que es tradicional y el Shimputai que es más libre y expresivo. Igualmente, el estilo de ikebana más formal y tradicional, el Rikka, fue dividido en 2 estilos en 1999.
El tema central de este arte tradicional japonés es la vida en comunicación con la naturaleza. Su concepción es que las flores de una floristería son bonitas; pero no se pueden comparar con las que viven en el campo o con las de los árboles que florecen en las montañas. En un entorno natural se perciben mejor la vida y las estaciones, y por ello, nuestro corazón se siente más conmovido. Pues bien, el ikebana es un medio de expresar esa belleza de la naturaleza mediante flores y plantas, creando un motivo a partir de algo que conmueve profundamente a la persona.
Como ejemplo, si se desea transmitir la sensación de otoño, se puede lograr combinando flores de dicha estación, como la genciana y la patrinia, con hojas de otoño. Si, además, queremos darle un toque de brisa refrescante, con algunos tallos de eulalia levemente ondulados se conseguirá ese efecto y transmitirá a los observadores la sensación de una brisa otoñal.
Este arte tiene una vertiente espiritual muy importante para sus practicantes donde el silencio, el aprecio de la naturaleza, la paciencia y tolerancia transmite inspiración.
J.A.T.