La Navidad estuvo prohibida en algunos lugares.
En Inglaterra, el Parlamento de Oliver Cromwell decretó en 1647 que la Navidad fuera un día de penitencia y la prohibió por completo en 1652. De hecho, entre 1644-1656, el Parlamento se reunió intencionadamente cada 25 de diciembre. La Restauración de 1660 terminó con la prohibición, aunque muchos miembros del clero reformista las rechazaban.
Los pastores que predicaban la Natividad se exponían a ser encarcelados, y a sus ayudantes se les podía multar si decoraban las iglesias. Las tiendas tenían que abrir por ley en dicho día como en cualquier otro día laborable. Se adoptaron medidas tan radicales porque los reformadores puritanos pensaban que la Iglesia no debía crear tradiciones inexistentes en las Escrituras, por lo que denunciaban fervorosamente la celebración de la Navidad tanto en sus sermones como en las publicaciones que distribuían.
En Norteamérica se manifestaron actitudes parecidas. Entre 1659-1681, la Navidad estuvo prohibida en Boston. La ley dispuso que no debiera observarse de forma alguna, y los infractores eran multados. Además de los puritanos de Nueva Inglaterra, también había grupos en las colonias centrales que se negaban a festejarla. Los cuáqueros de Pennsylvania, por ejemplo, se mostraban tan inflexibles como los puritanos.
The Encyclopædia Britannica indica que “en 1644 los puritanos ingleses prohibieron el júbilo y los servicios religiosos mediante una ley aprobada por el Parlamento, basándose en el origen pagano Según cierta obra, “poco después de que los norteamericanos proclamaran su independencia, una cuáquera llamada Elizabeth Drinker dividió a los habitantes de Filadelfia en 3 categorías: los cuáqueros, que ‘consideraban [la Navidad] un día como otro cualquiera‘; los que la celebraban por devoción, y el resto, quienes ‘se entregaban al desenfreno y al jolgorio’.” Cierto libro indica que la Iglesia Bautista de Newport (Rhode Island) celebró la Navidad por PRIMERA VEZ el 25 de diciembre de 1772, unos 130 años después de la fundación de la primera iglesia de esa confesión en Nueva Inglaterra. Cayó en desuso en los EE.UU. tras la Revolución al considerarla una costumbre inglesa. Después, en 1870, se declaró día festivo en una ley firmada por el presidente Ulysses S. Grant. The Chicago Tribune (diciembre de 1992) comentó en primera plana con respecto a los antecedentes históricos de la Navidad: “Resulta irónico que la fiesta de cuya comercialización se quejan ahora los cristianos tenga sus raíces en una fiesta pagana adoptada por la cristiandad. […] La primera observancia de la Navidad como la fecha del nacimiento de Jesucristo tuvo lugar, que se sepa, más de 300 años después de su nacimiento. En el siglo IV, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano, y los eruditos creen que los cristianos fijaron el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús para hacerla coincidir con una celebración pagana ya existente.” Russell Belk (profesor de la Universidad de Utah) dijo: “En vez de luchar contra las fiestas paganas, decidieron participar en ellas e intentar sustituirlas […]. Las fiestas paganas que la cristiandad reemplazó fueron las saturnales romanas —celebración carnavalesca en la que se enviaban presentes— y, posteriormente, las celebraciones de Yule en Inglaterra y Alemania con motivo del solsticio de invierno.” La Navidad ha ganado y ha perdido popularidad a través de los siglos. Los puritanos la prohibieron por un tiempo en Inglaterra y EE.UU., pues desaprobaban la frivolidad que la caracterizaba. Pero hacia mediados del siglo XIX, la Navidad atravesó una crisis y su popularidad empezó a desvanecerse. Los líderes religiosos se alegraron en su día por la inyección comercial que supusieron los regalos y la figura de Santa Claus para reavivar la fiesta. Aquel avivamiento se debió principalmente al escritor inglés Charles Dickens, cuya obra “A Christmas Carol” (“Cuento de Navidad”), de 1843, mostraba a un Mr. Scrooge reformado que se volvía generoso. J.A.T.