Calabazas y esqueletos.
La oronda calabaza me contemplaba con ojos grandes y redondos, mientras de una sonrisa desdentada emanaban haces titilantes de luz. Di dos pasos y topé con una hilera de calabazas, todas sonrientes y felices, grotescamente felices… ¡Era la Víspera de Todos los Santos! Casi se me había olvidado…
Procesionaban en las estanterías del supermercado esqueletos luminosos, otros articulados, y brujas peludas y verrugosas con escobas imposibles, además de cabezas cercenadas y sangrantes que parecían querer explicarte el origen de su desgracia y dónde había quedado abandonado el resto de su anatomía.
Toda una locura ideológica que alimentaba al comercio rampante y desvalijaba a las familias con una fiesta más para el gasto y el consumo. Tal vez por eso unos rostros des-figurados con heridas abiertas parecían a punto de llorar su pena, mientras las orondas calabazas reían a mandíbula batiente. Lo que digo, una locura ideológica que enriquece a unos y empobrece hasta en sentido espiritual a otros, que consumen productos de plástico y otros géneros perecederos para una noche cuyo origen desconocen. Mañana todo estará en la basura.
La víspera de Todos los Santos… ¿Su origen? En el siglo VIII el papa Gregorio III estableció el 1 de noviembre como la fecha para una festividad que honrara a todos los santos, llamándola el Día de Todos los Santos, una festividad que, según la Catholic Encyclopedia, es una festividad de alto rango. Veamos el recorrido histórico que engendró la víspera:
Como el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos, en EE.UU. el 31 de octubre se celebra la víspera, que la versión mercantilista del Tío Sam ha vendido con éxito a casi la mitad del mundo. Se trata de una ocasión de diversión, bulla y travesuras, que con frecuencia adquieren tintes dramáticos. Tal vez se trate de una alegoría para explicar que tras la algarada grotesca de la vida mal vivida, viene el sobrecogimiento de la muerte. Se le ha llamado la peor noche del año para el vandalismo, una noche en que el desenfreno no conoce edad. En cambio, en Sudamérica se celebra el 2 de noviembre, pero de un modo muy distinto. Es el día de fiesta católico de todas las ánimas, que data aproximadamente del siglo XI. Se basa en la creencia de que se puede ayudar a las almas de los muertos a salir del purgatorio para llegar al cielo mediante oraciones y obras de caridad por parte de los fieles en la Tierra. Calabazas y esqueletos.
Aunque la Víspera de Todos los Santos y sus festividades asociadas son fiestas religiosas de la cristiandad para honrar a los muertos, carecen por completo de precedente bíblico. Porque, si no recuerdo mal mis lecturas de la Biblia, en Ezequiel 18:4, según una traducción católica, dice: “El alma que pecare, ésa morirá”. Por simple consecuencia, si las almas de los muertos no están vivas, es imposible que cualquier cosa que hagamos para beneficiarlas les aproveche. Creo, en términos prácticos, que lo mejor es favorecerles en vida. ¿Para qué entonces la Víspera de Todos los Santos y la festividad del Día de los Difuntos, celebraciones que carecen de fundamento bíblico y conllevan muy poca religiosidad? calabazas y esqueletos.
Las raíces de la Víspera de Todos los Santos, no se hallan en la Biblia, pero su origen pagano se puede rastrear con relativa facilidad, y no es necesario para ello acudir a la Wikipedia, aunque de algo sirve. Los egipcios, griegos y romanos precristianos, por ejemplo, todos celebraban una festividad en conmemoración de los muertos. Creían que en estas ocasiones los espíritus de los muertos regresaban; por lo tanto se les dejaba comida y lámparas encendidas para que no se extraviasen. Calabazas y esqueletos.
La orden celta de los druidas adoraba a Samhain, el señor de los muertos, así como también a un dios solar a quien le era sagrado el caballo. El 1 de noviembre, que era también su Año Nuevo, celebraban una festividad conjunta para honrar a estos dioses. Se creía que las almas de todos los que habían muerto el año anterior debido a sus pecados estaban encerradas en los cuerpos de los animales inferiores, y que al tiempo de esta festividad Samhain las congregaba a todas, y las libraba para que fueran al cielo druídico. En la víspera de la fiesta de Samhain los celtas paganos acostumbraban mantener encendidas fogatas, creyendo que esto los protegería de los malos espíritus. Calabazas y esqueletos.
Las muchas características de las celebraciones de la Víspera de Todos los Santos y del Día de los Difuntos, como todos los caminos que conducen a Roma, nos llevan al paganismo. Los antiguos asociaban esta época del año con lo sobrenatural y con el amontonamiento de los espíritus muertos, de modo que estaba directamente en armonía con el plan de acción de la Iglesia Católica adoptar esta fecha para sus Días de Todos los Santos y de los Difuntos. De este modo la gente pudo retener sus costumbres y creencias paganas y todavía celebrar lo que se llaman festividades cristianas de alto rango. Pero el barniz que la cristiandad le ha aplicado a estas fiestas paganas es tan delgado, que al más mínimo roce se descarna.
Digo yo: si la pretensión de vestir el Día de Todos los Santos de santidad no se sostiene, la víspera también se desploma.
Me apenan las calabazas que —pese a su perenne sonrisa, que más bien es una mueca de su dolor intestino—, pudiendo tener mejor destino en un tercer mundo hambriento, las convertimos en farolillos para el enriquecimiento de las grandes superficies y el empobrecimiento de niños y adultos caídos en la trampa del “truco o trato”. Hemos escogido el truco…
Juan Andújar, escritor