Historia del cabello: ROMA
¿A qué te recuerda el «enrulado» que usaban las mujeres romanas?, ¿qué estilo de cabello era, por ejemplo, el “sine crine”?
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Fuente: http://thehistoryofthehairsworld.com/antiguedad_cabello_2a_parte.html
El Imperio Romano, en su momento de esplendor, gobernó casi todo el mundo conocido entonces. Fue fundado, históricamente, en el año 753 AC por los legendarios personajes Rómulo y Remo y tuvo, hasta su caída, tres etapas: el Reino, (753 Ac-510 AC) la República (510 AC-27 AC) y el Imperio (desde el año 27 AC hasta la invasión de los bárbaros en el siglo IV). Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, el Imperio Romano de Oriente, con sede en Constantinopla, subsistió hasta el siglo XIII.
Los romanos dieron desde el principio mucha importancia a su apariencia física y a su cabello, y como llegaron a formar una sociedad altamente organizada, con una estructura social bien definida, la forma de vestir y peinarse marcaba posiciones sociales, edad y creencias religiosas.
En los primeros tiempos del reino y durante gran parte del período de la República fue común el uso en los hombres de las barbas y los cabellos largos. Al final del período de la República, aproximadamente en el siglo III AC, la conquista de Grecia aporta a Roma una profunda influencia de toda la cultura griega, que incluía la costumbre de usar barberos y lucir bien afeitados. Por esa época casi toda la cultura del mundo estaba centralizada en Grecia, y hasta la élite culta de Roma estudiaba y hablaba en griego como idioma académico. Según cuenta Plinio el Viejo, el primer romano importante que apareció afeitado fue el general y cónsul Escipión el Africano. A partir de esa fecha, ése será el estilo de los hombres en Roma, hasta casi la caída del Imperio, donde vuelven a usarse las barbas y los cabellos largos.
Nerón usaba el cabello al estilo de los corredores de carreras de cuadrigas, deporte del cual él era fanático.
La calvicie era mal vista entre los romanos; era considerada un signo de disminución física. Calígula era calvo, y usaba pelucas, coronas de laureles y diademas para disimularlo. Julio César, sin embargo, no ocultaba su calvicie.
La influencia griega trajo también la costumbre de los barberos y las barberías, que en Roma comenzaron también a ser centros de reunión de los hombres, donde, según se ha constatado en excavaciones arqueológicas, se sentaban en largos bancos de madera y pasaban el tiempo jugando a los dados. Los que cortaban y arreglaban las barbas se llamaban «tonsores» y las barberías «tonstrinaes». Los «tonsores» también hacían extracciones dentales ya en esa época. La operación del afeitado de las barbas era hecha sólo con agua y navajas de bronce afiladas con piedras, («novaculae») o por medio de depilación con cera de abejas y pinzas depiladoras. Los patricios, gente de mejor posición social, tenían sus propios barberos dentro del conjunto de su servidumbre.
Sin embargo, dos siglos después, una tendencia al aspecto filosófico de los emperadores vuelve a poner de moda el uso de las barbas. En los tiempos del emperador Adriano, se solían ver hombres con trenzas en la nuca y colas de caballo. Marco Aurelio, a su vez, también puso de moda el pelo largo, enrulado y barbas. Al fin del Imperio, vuelve a usarse el estilo de caras afeitadas y pelo corto, como en las épocas de esplendor de Cesar y Augusto. El emperador Constantino, del Imperio Bizantino, mostró siempre su imagen con la cara afeitada, sin barbas, en notorio contraste con los rostros barbados del pueblo bárbaro que habían invadido el Imperio Romano de Occidente.
EL CABELLO DE LAS MUJERES ROMANAS.
Plinio el Viejo comentaba: «Cuán tedioso y aburrido es el largo tiempo dedicado por las mujeres romanas a esas interminables sesiones de arreglo de sus cabellos…» Las patricias romanas, que tenían mejor posición social, arreglaban sus cabellos atendidas por siervas o esclavas llamadas «ornatrix», u «ornatrices», quienes eran las encargadas de ornamentar sus cabezas. Los estilos más complejos y sofisticados indicaban una clase social alta, mientras que los más naturales eran considerados signo de barbarie. Para el enrulado de sus cabellos usaban un instrumento que llamaban «calamistrum», que consistía en un tubo cilíndrico con otro tubo más pequeño sólido adentro, y el cual calentaban en cenizas. Solían también usar pelucas, para aumentar sus peinados. Algunas de ellas eran muy sofisticadas, hasta el punto que Juvenal decía: «Cuanto más importante es el asunto de su embellecimiento, más pisos apilados unos sobre otros como un edificio». El nombre común para una peluca entre los romanos era «Galerus«. Las pelucas se hacían casi siempre con pelo natural, el rubio obtenido de las esclavas germanas y nórdicas, y el negro de cabellos de la India. Las tinturas se hacían con diversas fórmulas, como mezclas de henna con hierbas para cabellos rojizos, una mezcla de flores de azafrán para los cabellos rubios, y una extraña fórmula recomendada por Plinio el Viejo para teñir los cabellos de negro: «dejar 40 días sanguijuelas reposando en vino tinto, y luego con el jugo obtenido colorar el pelo». También usaban agua de potasio y agua oxigenada, o lejía para decolorarlo.
Los estilos de las mujeres cambiaron sucesivamente a través de las épocas; el estilo «tutulus«, heredado de los etruscos, era el más común, usado por las matronas de familia, y se usó casi todo el tiempo en la Antigua Roma. El estilo «nodus«, era un arreglo en el cual el pelo se dividía en 3 partes y se hacía un rodete en la parte superior de la cabeza. El estilo «sine crine» consistía en 6 mechones que se trenzaban independientemente y era usado sólo por las novias o las vírgenes vestales. A medida que pasaron los años del Imperio, hubo diversos estilos de varios tipos.