El prefijo árabe Al tiene la equiparación a nuestros artículos definidos: el, la, los y las, y se añadía al nombre, por ejemplo, señalando una característica de la persona. Hay unas 4.000 palabras castellanas con ese prefijo: alcazaba, alcalde, alfarero, almuerzo, albaricoque, alcohol, algodón, almohada, alfombra, algoritmo, álgebra, alfil, almadraba, alcazaba, albóndiga, alfalfa.
Muchas ciudades españolas, especialmente del Sur y Este español, comienzan con Al: Alboraya, Alcalá, Almansa, Almería, Albacete, Almussafes, Alicante, Albir, Alhama, Almuñécar, Alcoi, Algar, Altea, Alcira, Algemesí, Almenara, Alcudia…
Los prefijos Ben y Beni son vocablos que entran en la composición de nombres musulmanes cuyo significado es “hijo(s) de”, cuya derivación es Bena. Provienen de la raíz BN, con la forma Ibn (“hijo de”) y Bint (“hija de”). Tras la Reconquista, los mozárabes quedaron como vasallos de los reinos cristianos, agrupándose en el Este y Sur de la península. Hay 13 municipios que empiezan con Ben y 34 que empiezan por Beni, entre ellos:
Castelló: Benicarló, Benicasim…
València: Benetússer, Benicolet, Beniparrell, Benissanó…
Alacant: Benalúa, Beniardá, Benidoleig, Benidorm, Benimantell, Benissa, Benitatxel…
LEYENDAS
Existe una leyenda para explicar el nombre de Alicante: una historia trágica de amor imposible.
El Califa de la ciudad tenía una hija, Cántara, de belleza extraordinaria, de la que estaban enamorados dos jóvenes, Alí y Almanzor. El Califa determinó que cada uno realizara unas tareas concretas y así Alá decidiría quién se casaba con su hija. Alí se comprometió a cavar una acequia que permitiera poder traer agua desde Tibi hasta Alicante. Por su parte, Almanzor marchó a las Indias para conseguir especias raras para su amada, trabajo que hizo con gran ahínco e interés. Mientras tanto, Alí no se tomó en serio su trabajo y se puso a escribir poesías y declarando su amor por donde podía. Esto hizo que la princesa Cántara se enamorara de Alí aunque éste no había terminado su tarea.
Cuando llegó Almanzor con los barcos cargados de especias, el Califa, hombre de palabra, le concedió la mano de su hija. Cuando Alí se enteró, se tiró por un barranco donde, según se dice, se construiría después el Pantano de Tibi. Se cuenta que cuando su cuerpo cayó, la tierra se abrió saliendo agua de las montaña. Por su parte, Cántara se lanzó al mar desde el risco de San Julián, el cual se empezó a llamar “El salt de la reina mora” (El salto de la reina mora). El Califa, de la pena, también murió, quedando su perfil grabado en el monte Benacantil. Según la leyenda, la corte quedó tan sobrecogida por los acontecimientos que decidió que ambos estuvieran unidos por un mismo nombre, por lo pusieron a la ciudad el nombre de “Alicantara”, y posteriormente transformándose en Alicante.
Existe otra leyenda basada en una historia de amor. Habla de Zahara, enamorada de un cristiano, aunque su padre la había prometido al Sultán de Damasco. El joven y Zahara se veían a escondidas cerca del palacio; pero una noche fue atrapado y condenado a muerte: solamente se salvaría si los jardines amanecían con nieve. Aunque a la mañana siguiente los jardines estaban blancos, el moro rompió su promesa y colgó de la torre al joven.
Cuando Zahara vio a su amado, lo abrazó y ambos cayeron al vacío. Esto causó tanto impacto al padre que se suicidó arrojándose por las murallas, quedando su rostro marcado en las piedras debajo del Castillo de Santa Bárbara.
J.A.T.