Astorga es una pequeña ciudad del antiguo reino de León. Como ocurre con otras muchas ciudades, sus orígenes son inciertos, ya que las fuentes existentes apuntan a diferentes teorías.
Algunos opinan que el nombre Astorga proviene del nombre que llevaba Astyr o Astur, escudero de Memnón, quien, según la mitología griega, era rey de Etiopía e hijo del mortal Titono y de Eos, diosa de la aurora. A él se le atribuye ser progenitor de los Astures.
Otros dicen que se deriva de Astiria, Astirica o Asturia, denominación con la cual aún se la conocía durante las conquistas de Munuza (Otman ben Neza, gobernador musulmán del norte de Hispania).
En documentos del año 878, la ciudad es citada como Astorica.
En el Codex Calixtinus, del siglo XII, se le conoce como Osturga y Austurga.
Durante la Edad Media será Astur, Asturius y Asturia.
En 1635, el licenciado astorgano Pedro Junco, Arcediano de Deza y Canónigo de la Santa Iglesia de Lugo, apoyándose en otros textos como el Diccionario de Covarrubias, escribió que el nombre se derivaba de Astu y Orgia, dos palabras que unidas formarían Astorgia, con el significado de “ciudad para celebrar el culto de los dioses”, concretamente de Baco, y que al latinizarse se convertiría en Asturica. También mencionó que, antes de llamarse Asturica, se denominaba Rhoma, sinónimo de “fuerte” en griego.
En la edición de 1734 del diccionario de Antonio de Nebrija, se la llama Asturia y Asturica: “Asturia, región y ciudad cercana a Portugal” y “Asturica Augusta, ciudad de la España tarraconense, vulgarmente llamada Roma”.
En el siglo XIX, el historiador Víctor Gebhardt escribió en Historia general de España que Astorga, en épocas anteriores, era conocida como Asturica Amak.
Nació como destacamento militar romano de la Legio X Gemina a finales del siglo I a. JC. con motivo de las guerras astur-cántabras. Poco después se convirtió en un asentamiento civil y llegó a ser la capital del Conventus Iuridicus Asturum, una división judicial romana. Gracias a la minería del oro, la ciudad cobró prestigio, y el procurador Plinio el Viejo la denominó “vrbs magnífica”, y el emperador Augusto ennobleció la ciudad otorgándole el título de Augusta, por lo que llegó a ser conocida como Asturica Augusta. También recibió el honorable título de “Colonia romana”, que solo se concedió a otras 11 ciudades de la península y que conllevaba grandes privilegios y exenciones.
En el siglo V, la ciudad se incorporó al invasor reino germánico de los suevos, que los romanos denominaron Gallaecia. Los visigodos, los nuevos invasores enfrentados a los suevos, saquearon la ciudad, especialmente con Teodorico (459) y con Leovigildo (569), provocando que perdiera la capitalidad del Conventus Iuridicus así como la desaparición del sistema político y administrativo romano, por lo que el protagonismo recayó, a partir de ese momento, en la ciudad de León.
En el año 714 fue conquistada por las tropas musulmanas de Táriq; aunque unas décadas después, Alfonso I de Asturias la reconquistó.
En el siglo IX, el rey Ordoño I de Asturias ordenó su reconstrucción y repoblación.
A finales del siglo X volvió a sufrir, en tres ocasiones, el acoso musulmán, esta vez por parte de Almanzor.
Desde el siglo XI, y gracias al impulso dado por el Camino de Santiago, la ciudad experimentó un progresivo desarrollo en el cual la Iglesia tuvo un papel protagonista.
El 16 de julio de 1465, el rey de Castilla, Enrique IV, premió por sus servicios a Álvaro Pérez Osorio, conde de Trastámara, señor de Villalobos y de Castroverde, con el título de Marqués de Astorga, por lo que la ciudad pasó del estado libre a una condición feudataria.
A principios del siglo XIX la ciudad sufrió las consecuencias de la ocupación francesa y fue una de las primeras ciudades que se levantaron el 2 de mayo de 1808 contra los franceses, con el amotinamiento de campesinos y jornaleros. El ejército napoleónico entró en la ciudad el 31 de diciembre de ese año. Durante los años siguientes la ciudad cambió de manos en varias ocasiones. Uno de los reconquistadores más importantes de la ciudad fue el teniente general José Mª de Santocildes.
Las fuerzas francesas sufrieron una seria derrota en la Batalla de Arapiles (Salamanca), y una posterior ofensiva militar conjunta del Capitán General Francisco Javier Castaños y Arthur Wellesley, Marqués de Wellington, hicieron que los franceses capitulasen el 17 de agosto de 1812, por lo que Astorga no volvió a ser objetivo de ningún ejército. Por su intervención dirigiendo las fuerzas españolas contra las francesas, Wellesley recibió el Ducado de Ciudad Rodrigo, el Toisón de Oro y la Gran Cruz de la Orden Nacional de San Fernando. Posteriormente fue nombrado Duque de Wellington, pasando a la historia como el que derrotó a Napoleón Bonaparte en la Batalla de Waterloo.
J.A.T.