CÓRDOBA Y LOS JUDÍOS (hasta el siglo XIII)

 

La judería de Córdoba nos da un recorrido repleto de nostalgia y recuerdos que nos retrotraen a la época medieval de esta ciudad donde coincidieron las 3 culturas: árabe, judía y cristiana. En ella podremos descubrir rincones llenos de encanto que nos ayudarán a conocer esa parte de nuestra historia que apenas se conoce. El núcleo esencial de la visita que reconstruye a la perfección la historia de la comunidad judía se halla en la calle Judíos, donde se ubican la Sinagoga, la Casa de Sefarad, el zoco y la Plaza Tiberiades. En la zona podemos hallar el recuerdo a uno de los más ilustres judíos, Maimónides.

La presencia de los judíos en Córdoba es casi tan antigua como la propia ciudad. Llegados a Andalucía, según los viejos cronicones, en tiempos del Rey Salomón, lo más probable parece que las primeras familias hebreas que se instalaron en Córdoba lo hicieran con los romanos. Parece que la destrucción de Jerusalén y el Templo por el general Tito en el año 70 así como la represión de Adriano algunas décadas después impulsaron la emigración a otros lugares, como Córdoba. En contraste con la tolerancia de los romanos, quienes permitían a los judíos practicar libremente su religión, se vio truncada con la invasión de los pueblos bárbaros, como los visigodos y sus medidas restrictivas, sobre todo a partir de que Recaredo se convirtiera al cristianismo en el año 589, llegando a promulgarse –a principios del siglo VII– edictos de expulsión para aquellos que no aceptases el cristianismo, lo que propició que los judíos apoyaran abiertamente la conquista musulmana de 711, produciéndose a partir de ese momento la llamada Edad de Oro del Judaísmo Español, donde las academias rabínicas de Córdoba tuvieron tanto renombre como poder los ministros judíos de los califas.

Tras la toma de Córdoba por Mugit, lugarteniente de Tariq, los musulmanes llevan a cabo una especie de pacto con los habitantes de la ciudad según el cual se acordaba respetar la vida de los ciudadanos, salvo la de los 400 caballeros que resistían en la Iglesia de Santa Victoria, extramuros de la ciudad y que resistieron hasta morir. Muestra de ello es la compra de parte de la basílica de San Vicente y el traslado de la primitiva musalla hasta esta, lo que constituyó el germen de la actual mezquita.

En 716, la Qurtuba islámica se constituye como centro administrativo de Al-Ándalus, gobernada por un Emir dependiente de Damasco y el centro de poder se instala en el palacio visigodo, cercano a donde hoy está el Alcázar de los Reyes Cristianos.

Con Al-Hakam II -2º segundo califa desde 951 Córdoba alcanzará su mayor esplendor, siendo impulsor de la universidad cordobesa y del saber, y con él los judíos alcanzaron la cota más alta en el ámbito del saber y la educación. En las escuelas cordobesas, creadas por los califas, judíos y musulmanes recibían instrucción sobre filosofía, gramática, botánica, matemáticas y música. Los judíos gozaban de privilegios similares a los disfrutados por los musulmanes, luchaban en los mismos ejércitos y ostentaban cargos gubernamentales.

En esta época, Hasday ibn Shaprut recibió el cargo de nasí o príncipe de los judíos, gracias a sus conocimientos lingüísticos y científicos, así como por su habilidad diplomática. Como ministro de finanzas del califato y diestro diplomático se convirtió en mecenas y protector de la actividad intelectual de sabios como Dunash ben Labrat, talmudista venido del norte de África, y de su rival, Menahem ibn Sharuk.

Al gran ministro judío se debió la llegada a la ciudad de la orgullosa Doña Toda, reina de Navarra con su rico cortejo, pidiendo al califa protección y ayuda. Hasday, que se había rodeado de un equipo de sabios, poetas y gramáticos, fundó en Córdoba una escuela independiente del gaonato (que designa la actividad y la época de los Gueonim, presidentes de las academias judaicas de Babilonia desde cerca de 589 hasta 1040), estableció el estudio del Talmud en la península que se alzó con el liderazgo intelectual del judaísmo a escala mundial y se convirtió en la sede del saber judío.

Tras la muerte de Hasday ibn Shaprut en 970, la Córdoba judía se convulsionó por la polémica respecto de quién había de suceder en el rabinato al sabio Moshé ben Hanok, cuyo hijo ocupaba entonces el cargo. La judería estuvo dividida internamente. El poderoso fabricante de seda Jacob ibn Gau se inclinaba por Yosef ibn Abitur, mucho más preparado que el mismo Hanok, protegido de Hasday. Abitur no sólo era sabio en temas judíos, sino también gran arabista y poeta. Como la disputa se alargaba, el asunto fue sometido al criterio del califa, que se decantó por Hanok, dado que la mayoría de la judería estaba con él. A pesar de ello, cuando Jacob ibn Gau fue nombrado nasí y juez supremo de los judíos de Al-Ándalus y fue elegido por los judíos cordobeses como presidente de su comunidad, relevó a Hanok de su puesto y llamó a ibn Abitur para que lo ocupara. Jacob ibn Gau acabó cayendo en desgracia y Hanok recuperó su cargo, que ostentó hasta su muerte en 1014.

Con Hisham II, hijo y sucesor de Al-Hakam II, la ciudad entraría en declive de nuevo de la mano de Al-mansur (Almanzor), su visir y a quien el califa había confiado el gobierno de Qurtuba. Un año antes de la muerte del gran rabino Hanok, en 1013, la guerra civil se cebó con Córdoba tras la muerte de Hisham II. El rey bereber Suleimán se alió con el conde Sancho de Castilla para atacar la ciudad mientras Wadhih envió a sus ricos amigos judíos que se trasladaran a Barcelona para conseguir ayuda y una alianza con el conde Ramon Borrell III. Cuando Suleimán entró en Córdoba, saqueó la judería y quemó casas y negocios. Las familias judías más poderosas de Córdoba fueron reducidas a la miseria y muchos optaron por el exilio. El hijo de Hasday ibn Shaprut, Yosef, y el gramático Jonah ibn Jana se establecieron en Zaragoza, Samuel ibn Nagdelah en Málaga. En Córdoba sólo quedó un pequeño número de judíos que fueron perseguidos por los almohades, cuyo líder, Abd-al Mum’in forzaba en 1148 a los judíos a abrazar el Islam o morir. Ante la disyuntiva, muchos optaron por fingir su conversión, pero muchos otros abandonaron la ciudad. La sinagoga, construida por Isaac ibn Shaprut, padre de Hasday, fue pasto del pillaje.

La conquista almorávide, la intolerancia religiosa y el saqueo al que sometieron a la población provocó una nueva huida de los sabios que, acostumbrados a la libertad de pensamiento y creación, se sentían mediatizados por su fanatismo. En el año 1085, Toledo es conquistada por Alfonso VI, lo que será de suma importancia en la historia de Córdoba. Ante el peligro de que la victoria cristiana se extienda por Al-Ándalus, la zona se militariza y cae en manos de los almorávides en el año 1091. Los primeros años de dominio almohade continuaron con la inestabilidad que se dio durante el período almorávide, por lo que Al-Ándalus continuó fortaleciéndose militarmente.

Sin embargo, en 1162, el califa ‘Abd al-Mu’min vuelve a convertir Qurtuba en capital del territorio. Por su situación geográfica, la ciudad es un punto ideal para la defensa del sur de Al-Ándalus, pero también para la entrada y conquista cristiana hacia el interior. Por este motivo, se construyen varias fortalezas cercanas al alcázar andalusí. Una de ellas estaba en las inmediaciones de la Torre de la Calahorra; otra fue conocida como Castillo Viejo de la Judería. Desde un punto de vista religioso, los almohades fueron mucho más radicales que los almorávides, pusieron tanto a cristianos como a judíos de nuevo en la disyuntiva de la conversión al Islam o la muerte. En esta época Maimónides, el filósofo judío más influyente de su tiempo, cuya «Guía de perplejos» dejó huella en el pensamiento y la vida judía como ningún otro, abandonó la ciudad.

En junio de 1236, las tropas cristianas de Fernando III el Santo conquistan la ciudad, encontrándose un lugar sumido en la decadencia tras el mandato almohade. Tras la conquista, los musulmanes salieron libres, llevando consigo sus propiedades y sirvientes pero perdiendo sus bienes inmuebles (casas y tierras) que serían donados y repartidos entre conquistadores y pobladores. El 30 de junio, Fernando III, rodeado de la nobleza y de todo el pueblo, hizo su entrada solemne a la ciudad. Después de una misa, se dirigió al Palacio Califal, edificado por los musulmanes, para comenzar a tratar con la nobleza todo lo necesario para el repoblamiento de la ciudad.

J.A.T.

Agradecimiento a:

Red de Juderías de España – Caminos de Sefarad

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