La Vila Joiosa, con la llegada del siglo XVII, inició un período de crisis en la población por la expulsión de los moriscos de la península (1609-1614), lo que hizo que disminuyera el número de habitantes, además de otros factores como las sequías, provocando malas cosechas, así como las epidemias de peste de 1630 y 1650.

El siglo XVIII supuso un remonte en la población de la ciudad pasando de tener unos 1.500 habitantes en 1713 hasta llegar a los 5.500 en 1794. A mediados del siglo XIX ya se superaban los 9.000 habitantes, y para mediados del siglo XX ya había unos 25.000 habitantes.

El desarrollo económico llegó gracias a la industria naval y al comercio marítimo, construyéndose diferentes tipos de navíos (goletas, y barcos de 3 mástiles y de hasta 400 toneladas), consiguiendo tener una de las flotas mercantes a vela más importantes de la costa mediterránea española.

También la industria chocolatera se asentó en la localidad contribuyendo al auge económico, que continúa hoy en día, con 3 de las mejores fábricas españolas de chocolate, las cuales conforman lo que se conoce como La Ruta del chocolate: Chocolates Valor, Chocolates Clavileño, y Chocolates Pérez, que comentaremos sobre ellas en otros posts. Cada año, a primeros de agosto, se celebra la Xocolatissima, una fiesta del chocolate que tiene lugar en el casco antiguo. Es lógico que la población reciba el sobrenombre de La Vila Chocolatera.

Como en numerosas poblaciones alicantinas y de la comunidad, las Fiestas de Moros y Cristianos forman parte de su cultura. Estas fiestas tienen unos 250 años de existencia, y lo que hace única y singular a esta fiesta en La Vila Joiosa es su Desembarco. En la madrugada del 28 de julio el Ejército moro embarca en más de 30 naves y sale desde el puerto a la playa donde está el campamento del Ejército cristiano que los espera con sus armas dispuestas, entablándose un combate entre ellos.

También se conmemora que Santa Marta, según la leyenda, protegió a los pocos cientos de habitantes que tenía el pueblo, cuando en los momentos de mayor y más intenso fuego enemigo paraba las balas con un simple cubo como reza un verso.

Los vileros eran conscientes de que los ataques de los piratas berberiscos no cesarían. Y llegó el 29 de julio de 1538. De madrugada, hacia las 6 de la mañana, embarcaciones piratas se acercaban a la orilla y el pueblo fue avisado por los centinelas, por lo que los vecinos (unos 350 milicianos) ocuparon diferentes lugares para la defensa de la población, orientando unos pocos cañones, y armados con unos 90 arcabuces, estoques, ballestas y lanzas. Al ser una noche clara pudieron ver perfectamente el avance berberisco al mando de Zallé-Arráez, y en cuanto pisaron la playa, los vileros se lanzaron contra ellos. Se cuenta que la playa y la desembocadura del río Amadòrio estaban tan atestadas de embarcaciones que muchos piratas tuvieron que nadar para llegar a la arena, muriendo muchos de ellos por los disparos de los vileros y por la gran distancia que tenían que recorrer a nado.

Los habitantes de La Vila Joiosa estaban convencidos de que poco podrían hacer por la cantidad de bajas sufridas y por las innumerables embarcaciones enemigas que seguían llegando cuando el cielo despejado dio paso a unas temibles nubes negras que fueron el preludio una extraordinaria tormenta con impresionantes ráfagas de vientos y un tremendo aguacero que desbordó el río y consiguió hundir la flota enemiga, tras lo cual la tormenta desapareció quedando una gran calma. Atribuyeron el milagro a Santa Marta y la nombraron patrona de La Vila Joiosa.

J.A.T.