LA ABEJA puede «emborracharse» con el néctar fermentado. El néctar puede fermentarse debido a un aumento en la temperatura produciendo alcohol. La abeja se atiborra de ese néctar y su comportamiento es igual que el de un borracho: caen al suelo o chocan con los árboles, y por tanto, incapaces de encontrar el camino de regreso a la colmena. Las abejas ebrias que sí son capaces de llegar hasta la colmena tienen que enfrentarse con la furia de las guardianas, cuya misión es impedir que la colonia entera se embriague. Por eso les niegan la entrada y, como consecuencia, si no mueren de frío, su vida puede reducirse a la mitad.
Un biólogo de la Universidad de Oxford descubrió un método para impedir que el aumento de la población de elefantes en África –como en Kenia- causaran daños en humanos, cosechas y árboles: usar a las abejas, las cuales cuando son molestadas persiguen a los elefantes y les pican en la zona de los ojos, en la parte trasera de las orejas o bajo la trompa. El investigador colocó enjambres de abejas en un terreno frecuentado por elefantes. La revista New Scientist expuso el resultado: de todos los árboles que tenían una colmena, ninguno fue atacado; de los que tenían una colmena vacía, fue atacado alrededor de un 33%, y de los que no tenían ninguna, el 90% fue afectado. También se descubrió que el elefante huye al oír el sonido de las abejas enfurecidas, aunque solo sea una grabación.
Un investigador de la Universidad de Princeton, que estudiaba los hábitos de las abejas, colocó alimento para ellas y después fue aumentando la distancia del siguiente alimento en la misma proporción de forma regular cada vez que ellas regresaban a la colmena. Al poco tiempo, las abejas “aprendieron” el método del investigador de forma que éste las encontró volando alrededor del sitio donde se esperaba que estuviera el alimento la siguiente vez.
Los científicos han descubierto que en el cuerpo de algunos animales –como las truchas y las abejas hay microscópicos cristales de magnetita, un mineral altamente magnético. Las células donde se encuentran dichos cristales están conectadas al sistema nervioso; de ahí que tanto las abejas como las truchas puedan detectar los campos magnéticos. Es más, las abejas se guían por el campo magnético de la Tierra al construir sus panales y para orientarse.
J.A.T.