“¡A buenas horas, mangas verdes!”
Esta expresión se usa cuando alguien llega tarde a la resolución de un problema.
En el siglo XV, Isabel la Católica creó el primer cuerpo policial de España, la Santa Hermandad, cuyos miembros vestían un chaleco sin mangas y camisa verde, siendo conocidos como “mangas verdes”. Se ganaron la mala reputación de llegar siempre tarde a la hora de realizar sus diligencias.
La Santa Hermandad juzgaba y castigaba los delitos que tenían lugar en zonas rurales y pequeños pueblos. Entre el hecho de que no eran muy numerosos y no podían atender todas las situaciones, añadido a su falta de disciplina y eficacia, llegaban tarde en muchas situaciones, cuando el problema ya había desaparecido, por lo que el pueblo creó esta expresión.
“Echar con cajas destempladas”
Tiene un origen militar, de alrededor del siglo XVII. Cuando se expulsaba a un soldado, un oficial o cualquier militar por conducta deshonrosa, se hacía un acto oficial en el que se acompañaba de un toque disonante de los tambores, a los cuales se les habían destemplado o desafinado las cajas para que tuvieran un sonido discordante, en muestra de infamia.
“Estar por los cerros de Úbeda”
Esta frase proviene de una historia relacionada con un capitán del ejército de Fernando III. En el siglo XII las tropas cristianas lucharon contra los almohades, una dinastía bereber marriquí, que vivían en la población de Úbeda (Jaén). Al parecer, el capitán Álvar Fáñez desapareció antes de la batalla y apareció después de que su ejército se apoderó de la ciudad. Cuando le preguntaron dónde había estado, él dijo que estaba perdido por cerros de Úbeda.
“Armarse la de Dios”
Es una forma abreviada de la expresión «Armarse la Dios es Cristo». Se cree que la expresión se origina en la cuestión de la naturaleza divina o humana de Cristo, es decir, si era Dios o no lo era, y que, en el concilio de Nicea del año 325, provocó una acalorada discusión.
“Salvado por la campana”
Se usa para señalar que alguien se ha librado de una situación delicada o peligrosa.
En la antigüedad, muchas personas eran enterradas cuando todavía no habían fallecido, ya que los conocimientos médicos eran muy someros. Por ser tan común, se solían poner en los féretros una cuerda o hilo que, tirando de ellos, hacían sonar una campana en el exterior, lo que permitía que el “fallecido” pudiera avisar a los demás de que aún seguía vivo.
J.A.T.