EL ABEJARUCO pertenece a una familia de aves cuyo plumaje refleja prácticamente todo el espectro de colores del arco iris: brillantes tonos verdes, azules, rojos y amarillos. Varios de sus miembros se hallan entre las pocas especies aladas que forman clanes familiares, en los que todo pariente ayuda con la crianza de los polluelos. Rara vez se les ve en cautiverio.
Aunque la mayoría se hallan en África, también existen en el sur de Europa, Madagascar, Asia, Australia y Nueva Guinea.
El abejaruco está especializado en cazar insectos en pleno vuelo. Son muy ágiles y rápidos puesto que prefieren insectos grandes y rápidos, como abejas, avispas y avispones: de ahí su nombre. Comen las avispas y los avispones que se alimentan de abejas, y en otoño eliminan las abejas viejas, que son más propensas a transmitir enfermedades a la colmena. Además de su increíble rapidez de movimientos tienen una agudeza visual impresionante: el abejaruco europeo es capaz de distinguir una avispa a 100 m. de distancia.
Cuando se trata de insectos con aguijón —como abejas, avispas y avispones—, el abejaruco tiene el cuidado de quitarles el veneno antes de comérselos. Para ello, se posa sobre una rama conveniente y frota contra ella el abdomen del insecto para que expulse el veneno. Incluso evita que este le caiga en los ojos cerrándolos momentáneamente durante el proceso.
Últimamente, el abejaruco ha comenzado a consumir muchas langostas, especialmente en África occidental, donde abunda la destructiva langosta migratoria. Así, para aprovechar esa abundancia, el abejaruco carmesí incluso ha modificado sus hábitos migratorios y de reproducción, por lo que sigue a las langostas en sus desplazamientos a lo largo del río Níger.
Para cazar, por lo general, se quedan en una rama y atrapan los insectos que pasan cerca con movimientos rápidos. En otras ocasiones, se lanzan en picado desde arriba sobre el insecto. Sin embargo, otras especies del abejaruco se colocan en el punto ciego del insecto, volando por detrás y por debajo de él, a veces casi a ras del suelo. Entonces aceleran un poco, alzan la cabeza y, con un movimiento rápido del pico, capturan al insecto.
En África hay ciertos abejarucos que utilizan otros métodos. El abejaruco carmesí se posa sobre el lomo de un avestruz, una cabra o una cebra, y así consigue una buena caza de langostas y saltamontes que saltan por el camino. Cuando se producen incendios forestales estas aves se dan un festín con los saltamontes que intentan escapar de las llamas. Debido a esta práctica, en África occidental, el abejaruco carmesí recibe el nombre popular de “primo del fuego”.
Lógicamente sus alas tienen que estar en las mejores condiciones, y su “mantenimiento” implica eliminar los muchos parásitos que tiene su plumaje, por el hecho de excavar su nido en la tierra. Para esto son inmejorables los baños de sol, pues el calor hace que los parásitos se muevan por lo que es más fácil eliminarlos. Por ello es posible ver a algunas de estas especies “tomar el sol” en grupo, con sus lomos al sol y las alas extendidas. Otra forma menos frecuente es el baño de agua: una zambullida rápida y ya está.
J.A.T.