El Barón Rojo era el apodo de Manfred von Richthofen, el as de la aviación alemana durante la I Guerra Mundial y el piloto de combate más famoso de la historia. En él se entremezclan sombras y luces, el paradigma del aviador caballeroso, temido y admirado por sus enemigos con el sentimiento de un gran depredador. Un periodista recientemente lo definió: “El Barón Rojo que tenía el alma negra”. Era ambicioso, ególatra, arrogante, guardando una pieza de cada una de sus presas (palas de hélice, ametralladoras, los números de identificación de los aparatos), y haciendo trofeos de plata por un joyero de Berlín. Lo justificaba diciendo que todo cazador necesita sus trofeos.

Manfred von Richthofen, 'El Barón Rojo', luciendo la prestigiosa cruz azul Pour le Mérite, máxima condecoración militar alemana.

Manfred von Richthofen, «El Barón Rojo», luciendo la prestigiosa cruz azul Pour le Mérite, máxima condecoración militar alemana.

Su último vuelo lo realizó el 21 de abril de 1918: tenía 25 años cuando fue abatido. Había superado todos los récord con 80 aviones derribados en algo más de 1 año y 1/2, cuando la media de victorias era de 4-8, y la vida media era de 2 semanas. Lo cierto es que la incipiente aviación tenía muchos fallos técnicos pues aquellos aparatos eran muy rudimentarios.

Von Richthofen llegó hasta donde llegó, especialmente, por su cautela, volando con cuidado, vigilando, y si no veía claro el combate, se retiraba. Con tan solo 24 años comandó su primer escuadrón: Jasta 11, conocido después como Flying Circus (Circo Volante), cuyos componentes imitaron a Richthofen y pintaron sus aviones de rojo. Según algunos historiadores, pintó de rojo sus aviones para atemorizar a los enemigos más noveles: primero el Albatros D.II (con 2 grupos de palas) y después el Fokker Dr.I Triplano. De ahí proviene su sobrenombre: El Barón Rojo.

El 6 de julio de 1917 recibió una bala perdida en el cráneo, lesionando gravemente su cerebro. Pese a ello, continuó volando aunque estaba incapacitado para soportar alturas con ese tipo de herida, comportándose como si la muerte no tuviera nada que ver con él.

No obstante, era cumplidor de las instrucciones que le daba su maestro. Sin embargo, esa cautela la olvidó en su último vuelo al volar a baja altura por el frente enemigo que tenía una potente artillería. En el bando aliado, un piloto se estrenaba en el Escuadrón 209 británico: Wilfrid “Wop” May, dirigidos por el capitán canadiense Arthur Roy Brown. Mientras los alemanes sorprendían a un escuadrón de reconocimiento, Brown y su escuadrón atacaban a su enemigo, ordenando a “Wop” May que subiera mucho más alto que ellos para estar más alejado del combate y correr menos riesgo al ser primerizo.

El biplano Albatros D.II, con el que el 'Barón Rojo' consiguió la mayor parte de sus victorias.

El biplano Albatros D.II, con el que «El Barón Rojo» consiguió la mayor parte de sus victorias.

Se entabló una batalla y May vio que el primo de von Richthofen, volando en círculos, no se había percatado de su presencia, por lo que le atacó, fallando. Sus ametralladoras se atascaron y abandonó la lucha. Pero El Barón Rojo, en su Fokker Triplano se colocó a su cola. Brown, viendo la persecución, entró en acción a ayudar a su novato. A fin de esquivar las balas, May volaba erráticamente, dirigiéndose –sin darse cuenta de ello ni su perseguidor alemán- hacia donde estaba la artillería antiaérea aliada. Por su parte, Brown disparó a von Richthofen y cayó casi en picado, señal de que el piloto estaba herido y dejó de perseguirlo. Von Richthofen se recuperó y volvió a perseguir a May, pasando por alto la máxima de su instructor de que cuando se está en territorio enemigo, no hay que olvidar el camino de regreso a casa. Así, inconsciente, se encontró volando muy bajo siendo presa fácil ante las ametralladoras aliadas capaces de disparar 450 balas por minuto. Quizá, al volar tan bajo, perdió las referencias para saber su ubicación. Otros arguyen que el viento del Este, una dirección atípica, ralentizó el avión en la persecución. Eludió una primera andanada, pero no la segunda ráfaga, que le abatió. Según nuevas investigaciones fue el soldado de artillería William John “Snowy” Evans quien disparó esa ráfaga mortal que dañó sus pulmones, hígado, corazón, la arteria aorta y la vena cava. Según los forenses, en 1 minuto perdió la consciencia y en apenas 2 minutos en morir. En ese tiempo pudo apagar el motor de su avión, quitarse las gafas de aviador e intentar el aterrizaje, cosa que ya no consiguió, estrellándose contra un campo de remolachas. El hecho es que sigue siendo uno de los misterios de la I Guerra Mundial que ha quedado sin resolver.

Von Richthofen fue enterrado con honores por los propios británicos, rindiéndole homenaje. 6 integrantes del Escuadrón 209 portaron su ataúd, cubierto de flores, en hombros. Tras su inhumación se lanzaron 3 salvas en su honor. Se colocó una lápida en el lugar donde cayó cuya leyenda reza:

Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz.”

Agradecimiento foto Fokker Triplano: Entity999, Foto von Oliver Thiele (o.thiele@gmx.net) – Trabajo propio, CC BY 2.5