Sir Isaac Newton también escribió sobre la alquimia –se dice que más de 1.000.000 de palabras- aunque esto se supo tiempo después ya que la alquimia era ilegal entonces. Por eso se entiende que firmara sus escritos alquimistas como Jeova Sanctus Unus (Jehová Único Santo).
Esto último nos lleva a otra de sus facetas más notables: su religiosidad y espiritualidad. Dedicó más tiempo a estudiar la Biblia que al estudio científico. Se calcula que, de unas 3.600.000 palabras, 1.400.000 tuvieron que ver con temas religiosos. Era arrianista (creencia antitrinitaria que establece que Jesucristo fue creado por Dios y, por ello, está supeditado a Él) y creía en un único Dios, el Padre. Así, entendiendo que los trinitarios habían cometido un fraude con la Sagrada Biblia, acusó la Iglesia Católica de ser la bestia del Apocalipsis. Su ideología antitrinitaria le causó problemas, pues estudiaba en el Trinity College, donde estaba obligado a sostener la doctrina de la Trinidad. Por eso, viajó a Londres para pedirle al rey Carlos II que lo dispensara de tomar las órdenes sagradas y su solicitud le fue concedida.
En agosto de 1975, la revista Scientific American hace una referencia al libro “La religión de Isaac Newton” indicando que “para Newton […] había dos maneras de examinar el universo que Dios había creado: una por medio del libro de la naturaleza, y la otra por medio de las Escrituras”, indicando también la fórmula que él tenía para estudiar cada una de estas cosas: “Siempre ha de hallarse la verdad en la simplicidad, y no en la multiplicidad y confusión de las cosas. […] Él es Dios de orden y no de confusión.”
Newton fue sumamente respetado durante toda su vida, como lo prueban los cargos importantes que desempeñó:
1689: Miembro del Parlamento
1696: Custodio de la Casa de la Moneda
1703: Presidente de la Royal Society
1705: Nombrado Sir por la reina Ana.
Expresó de sí mismo lo siguiente:
“No sé cómo puedo ser visto por el mundo, pero en mi opinión, me he comportado como un niño que juega al borde del mar, y que se divierte buscando de cuando en cuando una piedra más pulida y una concha más bonita de lo normal, mientras que el gran océano de la verdad se exponía ante mí completamente desconocido.”
Durante sus últimos años tuvo muchos cólicos nefríticos, muriendo en uno de ellos tras muchas horas de delirio. Era el 20 de marzo de 1727 según el calendario juliano (el 31 de marzo de 1727, según el calendario gregoriano). Sus restos se encuentran en la Abadía de Westminster.
J.A.T.