Récords de la II Guerra Mundial

LOS MAYORES SALTOS SIN PARACAÍDAS.

El teniente de la Fuerza Aérea rusa, Iván Chissov, sobrevivió a una caída desde 7.000 metros de altura. En enero de 1942, la Luftwaffe alemana atacó su bombardero, saltando en paracaídas. Intencionadamente no abrió su paracaídas para no ser un blanco fácil para el enemigo, prefiriendo esperar a abrir el paracaídas por debajo de la línea de fuego. Pero perdió el conocimiento y no pudo abrirlo. Cayó sobre un barranco con nieve –a una velocidad estimada de unos 190-240 km/h-, deslizándose y rodando por la pendiente. Sus compañeros acudieron al rescate y se sorprendieron al verlo inconsciente pero con vida, y con su paracaídas sin abrir. Tuvo lesiones tan graves –como la pelvis rota y lesiones en la columna- que durante un mes estuvo en estado crítico. Pese a ello, 3 meses después volvió a volar. Aunque pidió volar en combate fue reconvertido en entrenador de vuelo. Durante su carrera voló en 70 misiones.

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El aviador americano, Alan Eugene Magee sobrevivió a una caída desde 6.700 metros de altura. En su 7ª misión, el 03/01/1943, su bombardero B-17 en el que servía como artillero, fue alcanzado por cazas alemanes. Estaba herido pero logró salir de la torreta y saltó al vacío pues su paracaídas estaba inutilizado, perdiendo la consciencia debido a la altitud. Se estrelló sobre el techo de cristal de la estación de tren de Saint Nazaire, que amortiguó su caída. Fue capturado, habiendo sufrido heridas graves: 28 heridas de metralla, varios huesos rotos, daños en los ojos, nariz, pulmones y riñones, y su brazo derecho casi seccionado.

Fue liberado en mayo de 1945, y recibió la Medalla del Aire por conducta meritoria y el Corazón Púrpura.

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El británico Nicholas Alkemade sobrevivió a una caída desde 6.000 metros de altura. Su bombardero Lancaster fue abatido el 24-03-1944 mientras bombardeaba Berlín. Después de soltar su carga de bombas, cazas alemanes alcanzaron su avión. Las llamas quemaron su paracaídas y tuvo que decidir: morir abrasado o saltar, que fue lo que hizo, perdiendo el conocimiento. Cuando lo recuperó, estaba tendido en la nieve, con solo una torcedura en su rodilla derecha: los árboles y el montón de nieve amortiguaron el choque. Tocó su silbato para que lo capturaran los alemanes y no morir congelado.

Cuando fue capturado por la Gestapo y contó lo sucedido, evidentemente, no le creyeron, le tomaron por loco y después por espía. Pero decidieron comprobar su historia, hallando el bombardero, los restos de un paracaídas y coincidiendo sus correajes. Le hicieron entrega de una Biblia y un certificado de veracidad de su historia, pues si no nadie le creería.

No hay duda que fue un hombre afortunado porque, después de sobrevivir a ese salto, después de la guerra trabajó en una planta química en la que sufrió la caída de una viga metálica de unos 100 kg y una descarga eléctrica que lo lanzó a un pozo de cloro donde estuvo inmerso 1 hora. No obstante, murió de causas naturales el 22-06-1987.

Récords de la II Guerra Mundial  J.A.T.