En el mundo antiguo hubo un hombre que “rompió moldes” en el campo militar elevándose a la categoría de “leyenda”, como un segundo Aquiles, siendo objeto de inspiración para posteriores militares famosos como Julio César o Napoléon Bonaparte. Nos referimos a Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro el Grande o Alejandro Magno. No vivió mucho: solo 32 años; pero en tan solo 11 años conquistó casi todo el mundo conocido (unas 50 veces mayor que su reino) llegando hasta el río Indo, fundando ciudades –muchas de ellas llamadas Alejandría-, aunque la más importante la estableció en Egipto, donde estableció una de las bibliotecas más famosas de la historia.
Era hijo de Filipo II de Macedonia y Olimpia. Nació en julio de 336 a. JC. y falleció en junio de 323 a. JC. No tenía mucha altura (cerca de 1,70 m) aunque sí era de hermosa apariencia. Solía inclinar la cabeza sobre el hombro derecho, y, posiblemente, era zurdo ya que, según Plutarco, antes de ir a la batalla, solía lanzar una flecha hacia el cielo (hacia Zeus) con la mano izquierda –algunas esculturas así lo expresan.
En sus primeros años tuvo una gran educación cultural y física por parte de Leónidas, un maestro que educaba a los hijos de los nobles, estricto y austero. También Lisímaco, le instruyó en las letras, diciéndose que Alejandro dormía con La Ilíada de Homero debajo de la almohada. También le gustaban las obras de Heródoto y Píndaro.
Una de sus anécdotas, narrada por Plutarco, cuenta que su padre había comprado un enorme caballo que nadie podía montar. Alejandro percibió que el caballo se asustaba de su propia sombra, por lo que lo montó mirando hacia el sol. Así logró domar a su caballo, Bucéfalo, y su padre le dijo: “Hijo mío, búscate otro reino pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti”.
Con 13 años y durante 5 años fue educado por Aristóteles, quien lo formó intelectualmente en campos como la política, la física, la retórica, o la filosofía, entre otras. Su padre lo asoció a tareas de gobierno como encargarse de recibir a las delegaciones persas a las que amablemente recibía y de las que recababa información, que posteriormente les sería muy útil en sus conquistas. Era un hombre profundamente religioso que ofrecía sacrificios tras cada victoria, dedicándoles procesiones y competiciones en su honor, aunque también era supersticioso, recurriendo continuamente a la adivinación.
Cuando su padre se volvió a casar y él se burló, se granjeó la ira de su padre y tuvo que exiliarse con su madre Olimpia, a quien se le atribuye una conspiración que acaba con Filipo II asesinado a manos de Pausanias en 336 a. JC. Alejandro, con 20 años asciende al trono y algunas polis griegas se sublevan; pero rápidamente Alejandro sofoca dichas rebeliones.
J.A.T.