Para medir la intensidad del huracán se utiliza la Escala Saffir-Simpson. Esta escala se desarrolló en 1969, por el ingeniero civil Herbert Saffir, que pertenecía una comisión de la ONU. Dada la utilidad de la Escala de Richter para los terremotos y como no había escala para los huracanes, creó una basada en la velocidad del viento, y la cedió al Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. Posteriormente, Robert Simpson, Director de dicho Centro añadió a la escala los efectos del oleaje y las inundaciones, aunque no toma en cuenta ni la cantidad de lluvia ni la situación. Así, un huracán de fuerza 3 en medio de una gran ciudad puede causar más daño que otro de fuerza 5 en campo abierto.
Este modelo tiene 5 categorías en función de la velocidad de los vientos, la presión atmosférica y la marejada que produce (aumento del nivel del mar después de la tormenta).
El problema que se va dando es que están surgiendo huracanes que superan por mucho los 252 km/h de la categoría 5, como el Irma (2017) con vientos de 298 km/h, o el Patricia (2015) que pasó de tormenta tropical a batir el récord histórico con vientos de hasta 345 km/h. Por ello se plantea un debate en cuanto a aumentar una o más categorías de la Escala, especialmente promovido porque el calentamiento global provocará que los huracanes suban su intensidad, por lo que serán mucho más fuertes y destructivos. Los contrarios a esta idea expresan que la categoría 5 ya define un “daño catastrófico”, y no hay más niveles por encima de lo “catastrófico”.
J.A.T.