¿Es la filantropía la respuesta?
AUNQUE los desastres naturales, la pobreza, el hambre, las enfermedades y las amenazas ambientales acaparan los titulares, también se observa una tendencia positiva: la tendencia hacia la generosidad. Son noticia personas acaudaladas que dedican cientos, o miles, de millones de dólares a causas nobles. Las celebridades usan su fama para llamar la atención sobre problemas graves. Incluso mucha gente de recursos modestos dona a diversas causas. ¿Hasta qué grado puede beneficiar la generosidad económica, sobre todo a largo plazo?
¿Una era dorada de generosidad?
La tendencia a dar está cobrando auge. “A principios del siglo XXI hay más fundaciones
Un factor que contribuye a dicha tendencia es la ineptitud de los estados para solucionar los graves problemas del mundo. Según un enviado especial de la ONU para el VIH/sida en África, una de las razones por las que más y más famosos se implican en causas relacionadas con la salud mundial es el “vacío de liderazgo político”. Sea que se trate de pobreza, salud, medio ambiente, educación o justicia social, a los ricos en particular “les causa cada vez más impaciencia la ineficacia de las gestiones nacionales e internacionales para resolver o mitigar estos problemas”, afirma Joel Fleishman en su libro The Foundation: A Great American Secret—How Private Wealth Is Changing the World (Las fundaciones: el gran secreto americano. Cómo la riqueza privada está transformando al mundo). Deseosos de producir un cambio, magnates filántropos tratan de aplicar a sus actividades los métodos con los que alcanzaron el éxito en el mundo de los negocios.
El poder de la filantropía
Los inicios del siglo XX presenciaron una primera “era dorada de filantropía”. Titanes financieros como Andrew Carnegie y John D. Rockefeller decidieron usar sus fortunas para socorrer a los necesitados. Aunque la beneficencia tradicional alimentaba a las personas hambrientas y cuidaba de los niños enfermos, no atacaba la raíz del problema. Viendo la necesidad de ejercer la filantropía de un modo más estratégico, estos benefactores crearon institutos y fundaciones para fomentar el cambio social y la investigación destinada a eliminar los males de raíz. Desde entonces se han establecido en el mundo decenas de miles de estos organismos, de los cuales más de cincuenta poseen activos que superan los 1.000 millones de dólares.
Es imposible negar el bien logrado por tales instituciones. Incontables escuelas, bibliotecas, hospitales, parques y museos dan testimonio de ello. Asimismo, los programas para impulsar la producción agrícola han significado más comida para los países pobres. Y la investigación médica ha permitido mejorar el cuidado de la salud y erradicar ciertas enfermedades, como la fiebre amarilla.
Dado que los problemas mundiales se tratan hoy con más sentido de urgencia y más recursos que nunca, muchos miran hacia el futuro con gran optimismo. Un ex presidente estadounidense dijo en 2006 a un grupo de filántropos que era “imposible exagerar el impacto de las donaciones particulares en el bienestar público”.
Otros, sin embargo, son menos optimistas. Laurie Garrett, especialista en cuidado de la salud mundial, escribió: “Uno creería que con todo ese dinero sobre la mesa, al menos se vislumbraría la solución a muchos de los problemas de la salud global; pero no es así”. Entre las razones que ella menciona están la costosa burocracia, la corrupción, la falta de esfuerzos coordinados y la tendencia de los donantes a apoyar una causa en particular, por ejemplo, la lucha contra el sida.
Debido a la falta de gestiones coordinadas y al hecho de que los fondos se destinan “casi exclusivamente a enfermedades de alto perfil en vez de a la salud pública en general”, Garrett cree que “existe el grave peligro de que la actual era de generosidad no solo resulte una decepción, sino que empeore las cosas”.
El dinero no lo es todo
Sean cuales sean los fines de la filantropía, sus logros siempre serán limitados. ¿Por qué? Porque ni el dinero ni la buena educación pueden eliminar cosas como la avaricia, el odio, el prejuicio, el nacionalismo, el tribalismo y las doctrinas religiosas falsas.
Fuente: Revista !Despertad!-2008